La técnica es tediosa, porque no siempre se ve su utilidad, y requiere paciencia para cosechar recompensas tangibles. Además, cuando se dedica tiempo a la técnica de natación, se resta al volumen, que, a ojos del deportista corriente, siempre desempeña el papel de parámetro alfa.
La importancia del sentido común
La reiteración de un gesto técnico repetido mecánicamente y cuya finalidad no está clara hace que la mente se desconecte y lo que debería representar un camino de investigación lleno de matices de color se convierta en un callejón sin salida rodeado de grises; por ello, quien propone un ejercicio (entrenador) debe llamar la atención sobre al menos un detalle que hay que buscar durante la ejecución.
Tomemos como ejemplo un ejercicio básico: el estilo libre, con un solo brazo en movimiento.
- Hay varias formas de realizar el ejercicio en su esencia: consideremos ahora la variante con un brazo inmóvil a lo largo del cuerpo y el otro en movimiento constante, respirando del lado del brazo en movimiento. Normalmente la propuesta es simplemente realizar este ejercicio durante unos metros y sin indicar ningún foco a desarrollar. Pero sin un foco, se desarrollan y alimentan gestos incorrectos, que se estructuran inconscientemente y pasan a formar parte de esquemas motores rígidos, por lo tanto difíciles de corregir (movimiento contraído del hombro, tiempos de rotación incorrectos (también de la cabeza) en la fase de respiración, fase de apoyo ineficaz de la brazada, etc.). Si, por el contrario, hubiera claridad sobre la finalidad, o mejor dicho, los objetivos del ejercicio, los errores cometidos se procesarían en forma de experiencia y, una vez comprendidos los propios errores, se transformarían en puntos fuertes. Por ejemplo, la entrega podría consistir en realizar una rotación de hombros más eficaz (levantando el del brazo inmóvil cada vez que el brazo en movimiento esté en fase de apoyo) durante 25m y durante otros 25m nadar regularmente (por tanto con los dos brazos en movimiento), intentando realizar una rotación de hombros similar a la que se acaba de desarrollar, de esta forma se daría sentido a un aspecto técnico intentando aplicarlo inmediatamente.
No importa el tiempo que se tarde en convertir esta habilidad en parte integrante de la interpretación de la natación: una vez que se adquiere una habilidad motriz, se convierte en una herramienta que tarde o temprano resultará útil sin saberlo.
Convertir la incomodidad en oportunidad
El ejercicio representa así un problema simulado o real y la capacidad para resolverlo viene dada por las habilidades motrices desarrolladas en la búsqueda de la solución. El objetivo es aplicar las habilidades recién adquiridas a la codificación de uno de los cuatro estilos en los que se concentra (estilo libre, espalda, braza o delfín) y no dejar el ejercicio como un fin en sí mismo.
Cada problema de adaptación presenta múltiples soluciones, ya que está estrechamente ligado a la capacidad de procesamiento del individuo; profundizar en soluciones aparentemente infructuosas permite, sin embargo, adquirir información fundamental más adelante para desarrollar alternativas.
El agua es un elemento sencillo que obliga a la humildad y a la introspección para transformar el malestar en oportunidad. Aumentar la sensación con el medio acuático profundiza la integración y nos devuelve la confianza en nosotros mismos. La base de la técnica en el agua no es otra que el desarrollo de lo que se acaba de decir.
El deporte en general se compone de muchos ladrillos que se ponen, se quitan, se modifican, se mueven y se estructuran en función de estrategias y programaciones, de facetas planificadas, buscadas y profundizadas.